¿Cómo se cambia la risa?

Ella, como tantas otras, no lo notó al principio.

Dejó de ser quien era poco a poco, como quien apaga las luces en una casa hasta que queda a oscuras. El silencio, que antes era incómodo, se convirtió en un refugio. Un lugar donde esconderse de las tormentas.

Porque los cambios no llegaron como un trueno, sino como esa lluvia fina que cala, sin que te des cuenta, hasta que estás empapada.

¿Quién decide cómo debe sonar una risa?

“No puedo vivir sin ti”, le decía. Y ella lo creía. Porque le habían enseñado que en el amor, a veces, había que “aguantar”. Porque había crecido escuchando frases como “quien bien te quiere te hará llorar”. Y en su refugio, ella misma se había puesto una venda que le impedía ver. Estaba entregando todo mientras recibía migajas. Migajas envueltas en frases como “estás conmigo porque me mereces”. Olvidando que ella también tenía derecho a merecer algo.

La violencia no siempre grita, ni deja marcas visibles. Pero te rompe por dentro y, en ocasiones, te quita las ganas de vivir.

Te hablo de la violencia que está en las palabras que nunca se dicen, pero pesan. En los sueños que se abandonan. En las cicatrices que nadie pregunta cómo llegaron ahí.

Está en las reglas no escritas, pero que siempre se obedecen. En un “te quiero” que significa “te controlo”. En un “lo hago por tu bien, para que seas mejor”. Pero, ¿mejor para quién?

¿Qué ocurre cuando cedes tanto que ya no te reconoces en el espejo?

¿Cuándo todo lo que hiciste por agradar se convierte en tu propia prisión?

¿Cómo puedes olvidarte de ti misma sin darte cuenta?

¿Cómo puedes notar las heridas cuando no sangran?

¿Cómo puedes gritar si ni siquiera sabes que estás siendo silenciada?

Hoy, su risa comienza a sonar de nuevo. Sabe que reconstruirse no es fácil, pero ahí está, aprendiendo a caminar de nuevo, tropezando, levantándose, soltando el miedo que la mantuvo atrapada. Con manos temblorosas, se quita la venda. 

“¿Cómo se cambia la risa?”, se pregunta, mirándose en el espejo.

Y aunque no tiene la respuesta, se permite volver a reír. Con una risa que no pide permiso, que es suya y de nadie más.

Porque ha recuperado lo más valioso: la libertad de ser quien quiera ser, de reír como quiera reír, de decidir a quién querer.

Empezando, por fin, por ella misma.

EN ESPAÑA. 40 MUJERES HAN SIDO VÍCTIMAS MORTALES POR VIOLENCIA DE GÉNERO EN 2024. 9 presentaron denuncias previas y 6 solicitaron medidas de protección. Fuente: Estadística de Víctimas Mortales por Violencia de Género. Delegación del Gobierno Contra la Violencia de Género. Ministerio de Igualdad (a fecha del 15 de noviembre de 2024). 

No todas las historias de amor tienen finales felices. En algunas de ellas, a sus protagonistas el miedo les impide coger el lápiz y escribir un punto y final. 

Son ellas, mujeres maltratadas, palabras que la sociedad está acostumbrada a escuchar, pero, ¿se sabe realmente quiénes son?

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