La herencia que nos une

A delicate hand extends towards a sunlit wall, capturing subtle textures and shadows.

Puedo verte en los detalles más pequeños. Esos que, quizás, pasarían desapercibidos para alguien que no te hubiese conocido. Te reconozco en la sensibilidad de su tacto, en cómo acaricias ciertas texturas con esa delicadeza tan tuya, en ese gesto tan particular que hace cuando el frío le roza las encías o en su manía de limpiarse cada pequeña mancha.

 
Como si el mundo no pudiera seguir girando hasta que todo esté dentro de su orden.

 
A ti también te encuentro. En sus pequeñas manías, tan tuyas. En cada etiqueta que quiere guardar, en cada caja vacía que se resiste a tirar o en cada botella que insiste en darle una segunda vida. Es increíble ver la imaginación que tiene, cómo le basta ver una cosa para encontrarle otro propósito.

 
Como si no pudieran acabarse nunca.

 
Vosotros también estáis presentes. Os veo en los gestos, en las miradas, en los silencios llenos de significados. En las bromas como aquellas sobremesas de los miércoles, donde todo eran risas y complicidad.

 
No me hace falta mirar las fotos para veros. Por mucho que los años hayan pasado y que ya no estéis conmigo, seguís aquí. En cada rincón, en cada hábito, en cada detalle. Y no hablo de lo material, aunque hay cosas que aún conservo. El despertador al que, a día de hoy, no conozco su melodía. El reloj que siempre marca la misma hora. El carnet de socio de pensionista con tu tipografía. El neceser que, por muchos años que pasen, sigue oliendo a Brummel.

 
Pero todo esto son solo objetos que un día os pertenecieron y que el tiempo se encargará de hacerlos desaparecer. No son ellos lo que realmente importan, por mucho cariño que les tenga. Lo que de verdad perdura, lo que me emociona, es aquello que no se puede guardar en una caja ni colgar en una pared.

 
Es la herencia que nos une, la que vive en cada uno de nosotros y nos hace ser quienes somos.

 
Como los gestos que se transmiten casi sin querer, como un idioma que no necesita ser enseñado. Esa forma de mirar, de reírnos. Lo que llevamos dentro de nosotros, en la piel, en los pequeños actos que parecen insignificantes, pero que nos conectan.

 
Porque al final, eso es lo que nos conecta. Esa huella invisible que pasa de generación en generación, que sobrevive al tiempo y a las ausencias. Esa herencia inmaterial que es más fuerte que cualquier objeto, porque nos define.

 
Y qué bonito es disfrutar de todo ello.

 
De vosotros, aunque no estéis.

 
Y de todo lo que dejasteis grabado en nosotros.

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